Es como un ciénaga infinita,
ese misterioso par de ojos tuyos,
pues irradian una tenue luz celestial.
En esa mirada profunda y tímida,
de un impecable brillo sin igual,
hay un caudal de secretos matizados,
que no cualquiera se atreve a examinar.
Es descomunal nuestra sed de amar,
Acrecentada se adivina en nuestras miradas,
que se buscan presurosas entre la noche,
tropezando en los confines de lo inmaterial.
Consuelo nocturno donde nos halagamos,
donde a la imaginación damos rienda suelta,
entre deseos inconclusos, anhelos resucitados,
en los que nos fugamos del mundo sin piedad.
Conjuramos las vertientes de lo imposible,
bajo una lluvia total de besos sin tregua alguna,
hasta ser cómplices verdaderos,
en la misma realidad.
Nos salva aquello que presentimos al soñar;
por las venas corre sangre enamorada,
al descubrir un sinfín de posibilidades inéditas,
mientras jugamos a conquistarnos con el alma.
Sólo acertamos a comprobar el latir
de nuestros solitarios corazones,
que a pesar de la ingrata distancia,
hacen un eco paralelo sin cesar.
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