sábado, 20 de febrero de 2010

CON QUÉ TERSA DULZURA


Con qué tersa dulzura
se posa curvo y recurrente el beso
para que a fuego lento empiece,
la danza cadenciosa de nuestras bocas.

Paseo mis dedos por tu piel,
dibujo el movimiento en el espacio,
hasta que me levanto del lecho
en el que me tienes resguardado.

Tejemos el amor en caricias de un ir y venir,
prodigándonos sonrisas perfumadas,
rodeados por el antojo de probarnos todo,
los ojos cerrados sienten la presencia
de una mano que sube, baja,
y se acomoda por la espalda.

Avanzamos resueltos hacia las trampas creadas,
cazamos osos con piel de leopardo,
serpientes con plumaje de cóndor;
nuestros tropiezos sobreviven a las heridas
y nos besamos retadores,
ante la envidia de los mirones venenosos.

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