domingo, 11 de abril de 2010

INVADIR SUS BELLOS MUSLOS


La extrañaba
como se extrañan
las cosas más preciadas,
como se echa de menos
aquello que resulta insustituible.

Si algo podía causarle
tal sensación de vacío,
era el pesar de los minutos caducos
sin su presencia.

Se colaba
en sus más oscuras ensoñaciones,
adentrándose sin previo aviso
en los confines de la materia onírica,
en sus húmedos sueños.

Nadando en medio
de las ondulantes
poluciones nocturnas.

A veces,
dormía con la inquietud
de sentirla a media noche,
metida en su cama,
retozando con plenitud,
antes de invadir
sus bellos muslos.

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