
Calcinados se funden los pensamientos
en el rojo mortecino del vino tinto,
tan parecido a la sangre enamorada
que hierve por el cuerpo,
siguiendo rumbos laberínticos
Su volumen denso quiebra todos los sentidos,
luces artificiales que danzan acompañadas del lamento,
pues en instantes arde el pecho conmovido
y en la morbidez de cada trago se encienden los latidos
Se recrean en el paladar los sabores exquisitos de un bar,
de pronto cae al suelo un eco de copas; risas desencajadas,
en el consenso de la desmemoria, podría ser cualquier lugar,
son miradas furtivas las que se cruzan en la tertulia ensimismada
Desnudando las ideas que agonizaban en el candelero,
va disminuyendo el obcecado pudor a los instintos infiel,
pues otros versos importunaban el verdadero deseo,
de abrirse pródigo a lo indecoroso, a los juegos escabrosos de la piel
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